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¿Quién impide que los migrantes construyan la ciudad?

Da igual que los sociólogos hayamos demostrado con cientos de estudios que es falso que los inmigrantes encabecen las estadísticas de delitos. Da igual. Las fake de la ultraderecha global triunfan

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La otra noche vi la película “El 47” del director Marcel Barrena. Una película artesana, con interpretaciones prodigiosas de Eduard Fernández y Clara Segura. Autenticidad a raudales. Una apuesta por recuperar la memoria histórica de los de abajo. Una película necesaria que subraya varias verdades universales. Una de ellas de urgencia política para las controversias públicas de hoy: el hecho de recordar que la ciudad se hace y se transforma por medio de las poblaciones migrantes que a lo largo de la historia llegan a sus calles. Los inmigrantes hacen la ciudad.

“El 47” se centra en los extremeños que llegaron a Barcelona entre fines de los 50 y la década de los 70. Abandonaron la región casi 800.000 personas (téngase en cuenta que la población de Extremadura en 1960 era de 1.400.000 habitantes mientras España contaba con 25 millones, lo que significa que un 5% abandonó su tierra en busca de una vida mejor). Estos inmigrantes levantaron los barrios del extrarradio de la ciudad, lucharon por la vivienda, se organizaron en asociaciones de vecinos, reivindicaron servicios públicos. Construyeron la democracia urbana.


El personaje central de la película es Manuel Vidal, que llegó en 1947 (con 24 años) a Torre Baró -un terreno despoblado y sin urbanizar a doce kilómetros del centro de Barcelona-. En 1978 lo encontramos trabajando en Autobuses de Barcelona y, en una de esas, cuando se harta de que el ayuntamiento de Barcelona ningunee la reivindicación de una línea de bus, ni corto ni perezoso, Manuel secuestra un autobús. Con sus pericias de conductor, Manuel demuestra que aquel autobús estaba preparado para subir la inclinada cuesta de Torre Baró, dificultad que se esgrimía como argumento para negar la posibilidad de conectar el barrio con transporte público.


Estos héroes populares de los barrios inmigrantes son centrales en el proceso de creación de las ciudades. Tanto ayer, como hoy. Cada vez que voy a Torre Pacheco, no deja de sorprenderme su profunda transformación urbana. Conocí este pueblo a inicios de los 80 y el cambio es abismal. Hoy es una ciudad en la que se concentran gentes procedentes de medio mundo. Su diversidad cultural se aprecia en el paisaje de sus calles.


En mis labores investigadoras como sociólogo he frecuentado Torre Pacheco y realizado innumerables entrevistas a inmigrantes, tanto nacionales (manchegos, andaluces, etc.), como sobre todo extranjeros extracomunitarios. Aún recuerdo mis primeras entrevistas a inmigrantes marroquíes a mediados de los 90, cuando vivían en infraviviendas autoconstruidas aislados en medios de los campos. Hoy viven en el centro de los pueblos y con ellos se levanta un paisaje urbano completamente nuevo.


El Estado puso el agua (trasvase Tajo-Segura) y la ordenación parcelaria, pero ha sido el trabajo de miles de inmigrantes marroquíes, ecuatorianos, subsaharianos, rumanos, quien generó el valor de esos campos. Y, así, cambiaron para siempre la textura de aquellos pueblos.


Durante muchos años, en un municipio como Torre Pacheco, al igual que en muchos otros de esta Región, han funcionado innumerables iniciativas municipales, especialmente desde Servicios Sociales, para contener la xenofobia y favorecer la acogida y bienestar de la gente inmigrante. Esto ha sido así hasta que Vox ha conseguido inocular su discurso de odio y racismo. Aquellos profesionales, como los mediadores marroquíes de vivienda o de la sanidad y, claro está, los jornaleros que levantaron aquellos campos, merecían también una película.


Si tuviera algún día que agrupar todo mi trabajo académico sobre los trabajadores inmigrantes en la Región de Murcia, no dudaría en titularlo “una invitación a una sociología no-fascista de las migraciones”. Para esta mirada no-fascista, películas como “El 47” son fundamentales, pues sintetizan el gran relato que cruza la historia de la humanidad: los procesos migratorios crearon, hicieron y transformaron las ciudades.


He citado a menudo unas palabras del extraordinario pensador palestino Edward Said, que me han acompañado desde hace décadas: “Los exiliados, emigrados, refugiados y expatriados desarraigados de su tierra deben ingeniárselas en nuevos entornos, y la mezcla de creatividad y tristeza que puede observarse en lo que hacen es una de las experiencias que todavía tendrá que encontrar sus cronistas… (Edward Said, Reflexiones sobre el Exilio, 2005:17).

Confieso que la película “El 47” me ha dado un poco de envidia. Pues, efectivamente, es una crónica de la migración extremeña a Barcelona. Sigue faltando una crónica similar, a la de “El 47”, sobre la migración de murcianos y murcianas a los barrios de Barcelona. Contamos con el extraordinario reportaje del periodista Carlos Sentís en 1932 y que tituló “Viatge en Transmiserià”. Así se conocía al “transporte de la miseria” que hacía la línea Lorca-Barcelona desplazando a cientos de almerienses y murcianos para llevar migrantes a trabajar en Barcelona.

El reportaje de Carlos Sentís tiene un valor inmenso. Como mérito decir que Sentís se disfrazó de “miserable” y viajó dentro de ese autobús conversando sobre las vidas de aquellos inmigrantes. También se sumergió en el barrio de La Torrassa, en Hospitalet de Llobregat, un barrio de chabolas y barrio donde se hacinaban los migrantes murcianos. Como demérito añadir que el reportaje está escrito con óptica nacionalista (y racista) pues se temía, como siguen diciendo los de Vox hoy, que la llegada de toda aquella “miseria” a Barcelona pusiera en peligro la identidad nacional (catalana).

Este reportaje de Carlos Sentís está esperando que, uno de esos directores jóvenes de fina inteligencia que proliferan en la escena cultura española, haga una película (como El 47) o un buen documental. Mucho me temo que no habría de contar con subvención alguna del actual Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Aquí manda Vox.

El protagonista de “El 47” dice en varios momentos que ellos no vinieron a Barcelona, sino que fueron “expulsados” de su tierra por los caciques. Esto me hizo recordar las palabras de un conductor de autobús de Zarcilla de Ramos (una pedanía de Lorca), que transportaba trabajadores murcianos a Cataluña y Francia en las décadas de los 50 y 60, y contaba en una entrevista que le hice cómo los señoritos latifundistas trataban de impedir la salida de esos autobuses que se llevaban fuera a los jornaleros. Los señoritos protestaban con malas artes de que sus cosechas quedaban sin recolectar. Aquellos jornaleros y jornaleras de las pedanías altas de Lorca ejercían su derecho de fuga de un campo latifundista de ínfimos salarios y maltratos sistemáticos a su dignidad.

Fueron expulsados por caciques y señoritos que regentaban la gran propiedad de las tierras del sur español. No querían ciudadanos, querían siervos que aceptaran miserables salarios, larguísimas jornadas de trabajo y vida miserable. Pero aquellos trabajadores, a los que se refería mi entrevistado de la Zarcilla de Ramos (Lorca), querían participar como ciudadanos en la construcción de la ciudad.

Quizás llame la atención que la ultraderecha, en municipios como Torre Pacheco, tenga tanto éxito político. ¿Acaso no quieren inmigrantes que recolecten la lechuga de los campos o atiendan las mesas de los bares? Nada de eso. Con su discurso de odio y racismo contra la inmigración, la ultraderecha vuelve a señalar y estigmatizar a aquellos que quieren ser ciudadanos y no siervos, que quieren derechos y no malvivir con salarios miserables, que quieren participar de la construcción de la ciudad y no vivir con miedo.

Por desgracia este discurso de odio está recalando entre la población. El sábado pasado fui a comprar a la carnicería de mi barrio, en Murcia. La carnicera aseguraba a un cliente que un policía le había dicho que todas las estadísticas de delincuencia demostraban que eran los inmigrantes, “sobre todo marroquíes”, los que cometían delitos. El cliente le respondía que el presidente Pedro Sánchez había ido “a Namibia” (sic) a decir que se necesitaban inmigrantes, que vinieran todos. Nunca había escuchado un discurso tan lleno de xenofobia (y falsedades) enunciado con tanto desparpajo.

Da igual que los sociólogos hayamos demostrado con cientos de estudios que es falso que los inmigrantes encabecen las estadísticas de delitos. Da igual. Las fake de la ultraderecha global triunfan.

Me pregunto si esta ciudadanía, que prejuzga día tras día lo que hacen los inmigrantes, hará lo mismo con esos siete empresarios murcianos acusados de ejercer pagando la pederastia en una red de prostitución de menores. Mucho me temo que sé la respuesta.

Esos empresarios murcianos pederastias que, gracias a la benevolencia de la fiscalía, se van a librar de la cárcel pagando ínfimas multas, nunca aparecerán en las estadísticas de delitos y encarcelamiento. Así, podremos seguir afirmando que los inmigrantes son los que cometen delitos.

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