Y al moro y al sudaca y a todo extranjero pobre que haya venido aquí a ofrecerse como mano de obra barata.
Las derechas están haciendo bien su trabajo. Han acelerado la campaña del miedo hasta convertirla en la primera preocupación de los españoles según recogen las encuestas del CIS. Este miedo además se replica con la propia noticia: “Ostras, que la inmigración es el principal problema, a ver si estoy yo aquí tan tranquila y resulta que tengo que empezar a preocuparme, correr en círculos y odiar a mi vecino Hassan”. Y es que manipularnos es así de fácil. Sin olvidar que los telediarios pertenecen a grandes empresas mediáticas con intereses políticos poco disimulados. Por no hablar de las tertulias matutinas y vespertinas.
Este miedo no es exclusivo de España, sucede igual en el resto de Europa, pero esto, lejos de ser un consuelo, es una preocupación añadida. ¿Hacia dónde te diriges, vieja Europa, si ya no tienes masa obrera que pague las pensiones del futuro, dónde crees que vas sin inmigrantes? ¿cuál es tu futuro si estás en crecimiento cero y por debajo?
¿Cuál es el plan con este blindaje generalizado de las fronteras europeas? Nosotros, occidentales, sí podemos viajar masivamente, arruinando a veces paisajes, ciudades y entornos que una vez albergaron población local y que ahora solo están al servicio de un turismo depredador. Pero ellos, que vienen a ofrecerse como mano de obra barata, no. Ellos no tienen derecho a viajar sin arriesgar la vida.
El lumpen proletariado del XIX, hoy es de allende nuestras fronteras. No han cambiado la dureza del medio, la escasez de recursos, la vulnerabilidad de quienes hacen los trabajos menos cualificados, esos que nadie quiere (tampoco han cambiado el desprecio y el miedo de las clases sociales que se sienten por encima), pero sus protagonistas ahora proceden de países del sur planetario, depauperados y/o en guerra.
El racismo es la campaña de marketing de la explotación. El racismo devalúa a las personas (vienen a robar, a violar, a esquilmar nuestros recursos sociales, son sucios, huelen, mienten, son sinvergüenzas, han destrozados sus países y vienen a destrozar los nuestros, okupan nuestras casas en cuanto salimos a por pan, cobran pagas con las que nosotros no podemos ni soñar) hasta que el precio por su fuerza de trabajo alcanza el mínimo posible para que salgan a cuenta al neoliberalismo feroz que nos invade.
En un todo vale contra la inmigración, Trump llegó a decir que los inmigrantes comían mascotas. Y sus seguidores le creyeron. Ese es el nivel de estulticia y de maldad en contra del extranjero pobre. En España, en Europa o en USA.
Y es que la campaña no ha dado tregua. La auténtica canción del verano (y del resto de estaciones) es el binomio inmigración-criminalidad sin que haya un solo dato en el que apoyarlo. Pero que te lo canten unas cuantas veces al día, verás como terminas por tararearlo tú mismo.
A la derecha y la ultraderecha, imposibles ya de distinguir, les vale todo: los niños son niños, excepto si son extranjeros porque entonces son menas, convertidos por la vía del lenguaje en el reclamo del miedo.
Tenemos reciente la triste noticia ocurrida en Mocejón, Toledo, donde un pobre perturbado mental mató a un niño a puñaladas: se culpó inmediatamente a los inmigrantes sin tener una sola pista de la autoría. Hasta la familia del niño asesinado tuvo que salir a pedir calma porque en redes les estaban linchando, tildándolos de traidores por no pedir la cabeza de los inmigrantes.
Lo triste es que la xenofobia da votos: Vox, preocupado por su descenso en las encuestas, rompió su pacto de gobierno con el PP por un puñado de inmigrantes. El PP, empeñado en reducir el peso electoral de Vox, añade racismo a la receta de su discurso. Alvise con SALF, a pesar de lo ridículo de su propuesta, contribuye con entusiasmo al negocio del racismo y las fake news.
La verdadera amenaza, y así nos lo demuestra tozudamente la Historia, no son los inmigrantes. La verdadera amenaza es el racismo que envenena la convivencia pacífica en un barrio, en una comunidad, en un país. Ese racismo que es el arma de destrucción masiva con que se pertrechan los partidos ultras que crecen y se multiplican por toda Europa como la mala hierba. Esa invasión creciente sí que debería darnos miedo y no la inmigración.