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4ª entrega de "Las aventuras de Don Lopejote de la Cagancha"

Del gracioso diálogo que mantuvieron Don Lopejote y Don Lázaro de Tormes en una venta y otras cosas no tan edificantes (Tranco primero)

Soy Lázaro de Tormes, Lazarillo para los amigos, asesor, comisionista y conseguidor, el sueño lúbrico de cualquier político como vuesas mercedes. Capaz de hacerles llegar a sus bolsillos como por ensalmo sobres repletos de billetes. Les puedo hacer sacar tajada de los pañales que les ponen a los viejos en las residencias reutilizándolos y vendiéndolos como nuevos.

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Contrahecho hallaron a don Lopejote el mojamé y las busconas. Tal lo había dejado el vizcaíno que lo hostió al ser llamado bildutarra. Las coimas le restañaron las heridas. Rasca Panza y el moro lo cargaron al remolque, yéndose el herido en gorigoris.

-Paisha, el fornicio me ha dado hambre de lobo. Yo irme a una venta con el mejor jalufo a merendar con mis moros. Si queréis, yo llevar. A tu amo no le vendrá mal un buen caldo con pelotas.

Púsose en marcha no sin antes pasar a Rasca Panza una damajuana bien colmada de orujo con la que ir anestesiando los dolores de don Lopejote. Éste, bien amigo de los espirituosos como dicho queda, bebía el aguardiente con fruición.

Dióle en ver catalanes y bilduetarras en cuantos rebaños de cabras y ovejas o piaras de guarros encontraran a su paso. Retólos a todos a duelo e insultó a los cabreros, porqueros y pastores llamándolos Perro Sánxez, Puigdemolín o Coletas. Hubo de callarse cuando uno lo alcanzó con un cantazo.

-Mojamé – interpeló al conductor Antonancho Rasca Panza.

-Me llamo Hassán.

-Para mí tós los moros os llamáis Mojamé.

-¡Tus muertos!

-Mojamé, ¿qué se siente viviendo en la mejor tierra del mundo?

-Sí, señor, la mejor tierra del mundo, donde las estrellas están más cerca y la luna se baña en el mar-intervino don Lopejote con voz gangosa.

-Esperemos que no sea en el Menor: le dará urticaria – intervino Rasca Panza.

-¿La mejor tierra del mundo? Mecagüentóstusmuertos: mi amo me tiene en un cobertizo, sin luz ni agua caliente. Me paga 3 euros la hora cuando me paga. Tó en negro. Sin asegurar.

-Ya será menos, exagerao: si te ha dado hasta un vale para que te vayas de putas – cortóle Panza.

-Son de sus amigos de las tragaperras. Todo quedar en familia.

-Pues, si tan mal estás aquí, ¿por qué no te vuelves a tu país a encular camellos, esjraciao• El mundo está lleno de desagradecidos, querido Antonancho. Déjalo estar.

-Tiene razón vuesa merced. Me enerva ver cómo estos moros quieren ser tratados igual que los españoles de pura cepa. Mi señor, si como vuecencia dice, somos la mejor tierra del mundo, ¿cómo nos votan a nosotros para gobernarla?

-Ése es el chiste: tiempo nos ha llevado aborregar a la población a nuestra imagen y semejanza.

Llegaron al cabo a una venta, de la que salían varias chimeneas y un apetitoso olor a carne asada. Llamábase El Morcón. Don Lopejote, recordando que algunos de su partido lo motejaban a escondidas el Morcón por sus muchas lorzas, no las tenía todas consigo.

-Querido Rasca Panza, después de la desventura de los molinos, que siendo gigantes catalanes fueron convertidos en tales por mi enemigo, y de las doncellas que degeneraron en coimas por obra de Perro Sánxez, témome que en esta venta haya gato encerrado.

A simple vista parece un mesón especializado en embutidos caganchanos, pero me barrunto un engaño de los Coletas. Es decir, que ese morcón sea otra cosa diferente al exquisito embutido y que ese lugar, en vez de venta, sea un prostíbulo de travestis y que el morcón resulte ser… ya sabes tú: “un salchichón”. ¿Por qué no te adelantas a ver si hay travelo escondido?

Tal hizo el escudero. No tardó en volver dando albricias e invitando a su señor a seguirlo. Entraron y hallaron que la venta era tal. Un hermoso mostrador surtido de orzas repletas de suculentos embutidos y cortes de carne prestos a ser asados en los fogones. Pidieron dos piezas de cada orza por cabeza y tres frascas de vino, una de cada una de las tres denominaciones de origen que cobijaba la Cagancha.

Se aposentaron en una mesa frente a una foto tamaño natural del primer gobernador que el popular contubernio en el que profesaba don Lopejote puso al mando de la Ínsula Patataria. Miráronlo con arrobo y se santiguaron ante él. En esto se les acercó un sujeto vestido de punta en blanco, con el pelo cortado a navaja y engominado hasta las cejas, señalando la fotografía.

-Al Ramone, mi muy querido gobernador, el hacedor de la Cagancha. Salvando lo presente. De la mano hicimos ese pedazo de aeropuerto…

-¿El que lleva a Manchester United?

-El mismo. Y hasta a San Siro. Por algo se lo encargamos al amiguito de los balones: hay que forrar a los de la Famiglia siempre. Me presento: Lázaro de Tormes, hijo de Puti y Anónimo.

¿Anónimo?-intervino Rasca Panza con la boca grasienta- ¿el padre del torero El Cid?

-No, mi hermano Rodrigo Díaz de Vivar, al que también llaman el Cid,es más campeador que toreador.

Como iba diciendo, soy Lázaro de Tormes, Lazarillo para los amigos, asesor, comisionista y conseguidor, el sueño lúbrico de cualquier político como vuesas mercedes. Capaz de hacerles llegar a sus bolsillos como por ensalmo sobres repletos de billetes. Les puedo hacer sacar tajada de los pañales que les ponen a los viejos en las residencias reutilizándolos y vendiéndolos como nuevos.

Tengo en mi Maserati unas cajas de mascarillas caducadas que me envió mi amigo San Chinchón desde China capital: quitan el aliento, nunca mejor dicho. Los íntimos de doña Ayusea del Morro Soso me las quitaron de las manos. El resto se las encasqueté a Toldo a precio de saldo. Con lo que sacó acabó de consejero de un ministro. De guardaputas a asesor gracias a mí: yo soy vueso hombre.

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