El 8 de marzo está al caer, y con él, seguramente se caerá también mi alma al suelo y tropezaré con ella y me caeré yo. Entre la indignación y el desánimo, así me muevo ya por mi ciudad. Arrastro los pies, suspiro y me desespero. La peste a cerrado y la involución me deprimen: el Ayuntamiento de Murcia, inmerso en una espiral dantesca de festejos y celebraciones, y claramente decidido a llevarnos de la mano a un tiempo pasado y muy lejano, cuando todo giraba en torno al santoral, va a aprovechar el Día Internacional de la Mujer para hacer ideología con pirotecnia y con trampantojos.
De entrada, va a gastar dinero público en tapar los carteles de concienciación en contra de las violencias machistas. Dichas señales, como habréis podido comprobar, ya habían sido vandalizadas en los últimos años por primates ignorantes ante la inacción de la autoridad, y en algunos casos, contando incluso con el consentimiento de pedáneo de turno, principalmente en la tarea de tapar una palabra que les incomoda mucho porque los define a la perfección. Y ahora van a terminar de tapar, digo, y están tapando, esos carteles con unos vinilos blancos, que es un color que no duele, y con un lema absurdo y malo de solemnidad, “Igualdad es Murcia”, y con un logotipo igualmente malo y nada original. Van a completar su objetivo, es decir, la disolución del auténtico fin del 8M, con una programación de eventos donde las palabras “gala” y “festival” se han convertido en lamentables y dolorosas protagonistas.
Es necesario e imprescindible partir de una base sólida como una roca; de algo que la Concejalía de Movidas Sociales Varias y Adornos Florales seguramente desconoce: el 8M no es un festejo. El 8M no puede ser jamás excusa para organizar una “fiesta en la que se exige vestido o traje de gala” (definición de ‘gala’ según la RAE). La mujer no es un florero a la que dedicarle un festival, y el 8M tampoco es el momento de subir a unas cuantas mujeres a un estrado o de mostrarlas en el Salón de Plenos para darles un premio, premio que, por cierto, quisiera saber yo qué tribunal o jurado se ha encargado de conceder.
NO, repito, NO: el 8M no es nada de eso. El 8M es una jornada de denuncia y de concienciación; de protesta y de reivindicación. Para saberlo y para aprenderlo, basta con echar un vistazo a la web de ONU Mujeres, y ver el lema de este año y de los anteriores, y descargarse unos cuantos documentos con informes y cifras, es decir, con hechos que demuestran que la desigualdad pervive y que corregirla es una tarea cuyo liderazgo deben asumir las administraciones públicas.
Basta con un ‘click’ para enterarse de que el 8M no tiene nada que ver con nada que se le parezca o que recuerde ni de lejos a la sección femenina del franquismo: vamos, que no tiene nada que ver con la beneficencia, los saraos y las galas. Que no es una bonita ocasión para llevar a cabo una puesta de largo en el Casino, celebrar la feminidad y la belleza de las flores y proclamar que ‘yo no soy machista porque tengo madre’, y que ‘lo importante es el mérito personal’ mientras las desigualdades son como bolas de plomo que cargan ellas en su mochila mientras nosotros llevamos alas en los pies.
Pero, ¿a quién le sorprende este giro de los acontecimientos en nuestra ciudad y en nuestra región? Por ejemplo, a las mujeres hay que dejar de nombrarlas ‘reinas de las fiestas’ y de ponerles una banda rojigualda. A las mujeres hay que dejar de apartarlas de las fotos y de las reuniones, de tutelarlas y de impedir que accedan a cargos de responsabilidad en cualquier área imaginable. En resumen: lo que hay que hacer en el 8M es poner el foco en lo que falla, y durante el resto del año luchar sin descanso por corregirlo. Lo que hay que hacer es llamar a las cosas por su nombre, reconocer los problemas y poner los medios para solucionarlos.
Me resulta deprimente, y vuelvo a insistir en este sentimiento de desánimo, que tenga que escribir cosas como las que he escrito aquí, porque yo soy más de ejercer el feminismo a diario que de hablar de él. Del mismo modo, me deprime leer notas de prensa como la que podéis ver en este enlace, y pido por favor a las y los docentes de lengua castellana y de periodismo, y a las personas expertas en cuestiones de género, que la lean con detenimiento y que me den su opinión profesional sobre el fondo y sobre la forma. Yo casi me desmayo cuando la leí.
La cuestión es que el 8M, esa realidad incómoda que nuestros gobernantes han tamizado bajo un prisma infantil y ridículo, pronto pasará. Lo siguiente es la Semana Santa, qué bien, que ya lleva unos días asomando con fotos de muchos hombres entre los que figuran, y nunca mejor dicho, los mencionados gobernantes. Luego llegarán las Fiestas de Primavera, qué guapas que sois las murcianas, y a golpe de topicazos, lugares comunes, fórmulas ridículas y eslóganes de saldo, proseguiremos y empeoraremos de nuestro estado de catatonia y embobamiento colectivo.
Ojala algún día despertemos del letargo porque esto ya no hay quien lo aguante.