Cada vez que un político conservador español se define como liberal y se erige en defensor de la libertad, muere un cachorrito. Y muere también un poco nuestra inteligencia.
Alguna vez incluso los he visto comparándose a los liberales españoles del siglo XIX, lo que demuestra que no tienen ni idea de qué significaba esa palabra en la convulsa y apasionante España decimonónica.
No saben que con ella se identificaba a quienes defendían la luz de la razón frente a la oscuridad de las cadenas, del trono y el altar. Frente al genuino y auténtico felón: el borbón Fernando VII; frente a los antepasados de quienes hoy les apoyan para gobernar en muchas autonomías y ayuntamientos. Pero para ser liberal hoy, en el siglo XXI, y para erigirse en defensor de la libertad, a los conservadores españoles les falta mucha calle y mucha Europa.
Las cartas sobre la mesa: el nivel aquí es muy bajo. Si fuera un poco más alto, sabrían que una persona auténticamente liberal y defensora de la libertad, en cualquier país de la Europa civilizada, jamás se situaría junto a / al servicio de la Iglesia Católica ni de ninguna fe, respetándolas a todas, y que jamás se apropiaría de las costumbres, de las fiestas populares y, por ejemplo, de los símbolos nacionales que pertenecen a toda la ciudadanía, sea cual sea su ideología o sus creencias.
Para el recuerdo, y como botón de muestra, queda aquella imagen de Merkel arrebatando y escondiendo una banderita de Alemania a un miembro de su partido, que la agitaba infantilmente durante la celebración de un éxito electoral: “eso, no”, vino a decirle a los suyos. Igualico que la derecha española, ¿sabes?
Un liberal de la Europa civilizada tampoco abrazaría discursos negacionistas respecto de asuntos como el racismo, el machismo, la homofobia o la crisis climática, ni se prestaría a dar pasos atrás en la conquista de derechos civiles ya asentados sólo por contentar (y alimentar) a sectores minoritarios reaccionarios. Es que en el resto de Europa, mal que bien y a pesar del auge de esas minorías reaccionarias y populistas, aún se recuerda al monstruo.
Por supuesto que los liberales europeos defienden políticas conservadoras y quieren dar mayor libertad a la economía, y reducir la mal llamada presión fiscal y el peso de la administración, pero por ese mismo motivo, no intentan aprovecharse de ella cuando están en el poder. No buscan enchufar a sus amigos y familiares y esquilmar las arcas públicas. Sólo por rozar el palo en este tipo de asuntos, por ahí fuera un político liberal presenta su dimisión. Inaudito.
Un liberal de la Europa civilizada no daría dinero público a medios de comunicación de dudosa ética profesional, incitadores del odio y propagadores de bulos, siendo además marginales y con muy bajas audiencias. Y un liberal europeo no trataría de silenciar, boicotear y despreciar a periodistas con formación, experiencia y ética intachables, serios y reconocidos, por el simple hecho de ejercer su profesión con libertad y de practicar aquello que se espera de la buena prensa: que investigue, contraste, informe a la sociedad y someta a juicio crítico la acción de quienes nos gobiernan.
Flaco favor hace el PP de la Región de Murcia a esos principios y a esa libertad que dicen defender cuando ponen en práctica aquello que no haría un liberal de la Europa civilizada. Aquí huele a maniobras para lograr que despidan a periodistas críticos y controlar a los medios locales, para colonizar todos los ámbitos sociales y culturales, para perpetuarse en el poder y para, con ello, servirse de la Región de Murcia y no al revés: servir a esta tierra y a su gente.
Lo reconozco: quizá tenga yo idealizados a los liberales europeos. O quizá sencillamente se trate de admirar y respetar los principios de sociedades con mayor tradición y con más años de experiencia en la defensa de la libertad y de la democracia que la nuestra, que hasta ayer estuvo sometida por una dictadura militar y que aún no se ha sacudido del todo varias décadas de corrupción sistémica y parasitación de todo su ser, de sus estructuras, de sus cimientos y de sus cubiertas.
Desde luego, siento predilección por esas sociedades con mejor currículum y mayor cultura en el maravilloso escenario en el que todo el mundo, piense como piense, tiene claras las líneas rojas que un gobernante jamás debe traspasar y los límites que dan sentido a la auténtica libertad, a la democracia; sea de derechas, de izquierdas, de centro o de otra dimensión.
Por eso estoy convencido de que en cualquier lander alemán o en cualquier departamento francés, por mucho que gobierne un partido conservador, jamás se plantearían dejar fuera a los medios y periodistas que ejercen su profesión con libertad; no evitarían acreditar a alguien cuyo único pecado es cumplir con su obligación de informar. Y si es que se atrevieran, ¿pensáis que el resto de medios y periodistas lo consentirían, que el resto de partidos mirarían a otro lado y que la propia ciudadanía lo pasaría por alto? Pero, bueno, qué digo… Aquí ha habido tránsfugas fichados ante notario y no veo convocada ninguna protesta.
Me inquieta pensar que no estemos a la altura, me molesta reconocerlo y no quiero aceptar que, muy probablemente, jamás lograremos cambiar las cosas.