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Contaminación por metales pesados en la Sierra Minera: El caso llega al Tribunal Europeo de Derechos Humanos

La denuncia de una familia del Llano del Beal argumenta que la inacción de las autoridades murcianas para abordar este problema viola el derecho a la salud y a un medio ambiente saludable. Expertos alertan de la pérdida de masa neuronal en niños expuestos al plomo.

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Abandonados a su suerte por las autoridades políticas y judiciales españolas, una familia del Estrecho de San Ginés (Llano del Beal) ha decidido acudir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para denunciar todos y cada uno de los focos de contaminación por metales pesados que inhalan, tocan y paladean desde hace años debido a la inacción de la Administración regional.

Exigen una indemnización de 600.000 euros pero, sobre todo, exigen justicia tras el portazo dado por la Fiscalía, el TSJ, por el Tribunal Supremo y hasta por el Tribunal Constitucional a su reclamación de responsabilidad patrimonial formulada el 5 de mayo de 2020 a la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia por vulneración de derechos fundamentales y compensación de los daños sufridos. Su derecho a la salud y a disfrutar de un medio ambiente adecuado están siendo vulnerados.

Concentraciones de plomo muy elevadas

Manuel García es un padre de familia del Estrecho de San Ginés. Su vivienda está situada a solo 757 metros de la corta Los Blancos, muy cerca de la balsa Jenny. En abril de 2019, tanto él como su hijo pequeño, también llamado Manuel, se hicieron unos análisis de sangre dentro del Proyecto Centinela. Las analíticas arrojaron altas dosis de plomo en sangre, sobre todo, su hijo de 14 años.

Manuel preguntó alarmado y descubrió que el plomo es una sustancia neurotóxica que se va acumulando en el organismo, con efectos especialmente dañinos en los niños de corta edad.

Cuando el plomo está presente en la sangre, circula por todo el organismo ocasionando daños neurológicos irreversibles al llegar al cerebro. Anemia, efectos tóxicos renales, efectos neurológicos, neuroconductuales y sobre el desarrollo cognitivo se suman a la larga lista de efectos nocivos que el plomo puede causar a la salud humana. Es tan tóxico el plomo, que la OMS advierte de que «no existe un nivel de exposición al plomo que pueda considerarse seguro y que «EN NIÑOS NO EXISTE UN NIVEL DE PLOMO CONOCIDO SIN EFECTO».

Entonces comprendió las dificultades cognitivas de su hijo Manuel y sus continuos problemas de salud siendo tan joven.

«Estamos perdiendo masa neuronal en los niños que viven sobre suelos contaminados»

El pediatra especialista en salud ambiental del Hospital Virgen de la Arrixaca, Juan Antonio Ortega, declaró como perito especialista a petición del abogado de la familia. Y explicó que la población de la sierra minera debiera estar sometida a controles periódicos de plomo porque viven sobre suelos contaminados. «Estamos perdiendo masa neuronal en esas comunidades expuestas al plomo. Afecta al desarrollo del sistema nervioso central en los menores y a su desarrollo cognitivo». Esos controles periódicos no existen a día de hoy por parte de la Consejería de Salud. La CARM se ha desentendido.

Declaración del doctor Ortega en calidad de perito

Niveles inadmisibles de metales pesados

Según los análisis de metales pesados encontrados en el polvo del interior de su vivienda éstos son tan elevados que superan en más de cien veces los niveles genéricos de referencia para que un suelo natural, agrícola o residencial sea declarado como contaminado por ofrecer un riesgo de carcinogénesis y sistémico inadmisible para la salud de las personas, debiendo de restringirse la entrada en contacto de los habitantes de la vivienda con el mismo. El polvo recogido en su casa arrojó 4000 mg/kg de plomo, es decir, 4 gramos de plomo por kg de polvo.

Pero Manuel no dispone de otra vivienda, no tiene a donde ir. Ni él, ni el resto de habitantes de El Llano del Beal que están respirando aire contaminado con partículas procedentes de la dispersión de los metales pesados depositados en la Balsa Jenny y en la Corta de Los Blancos.

«Querríamos marcharnos, pero tenemos una hipoteca que pagar. La gente aquí tiene pocos recursos. Claro que sentimos miedo, sobre todo, por nuestros hijos. Limpiamos la casa y volvemos a limpiar y siempre que podemos nos marchamos de aquí para respirar aire limpio» relata Juan Francisco Ortuño, vecino de El Llano del Beal. «Parece que ahora el Ministerio va a hacer algo, pero porque afecta al Mar Menor. Parece que algo se mueve» dice.

Desde que la empresa Portmán Golf cesó la actividad minera en 1991, la Administración regional competente no ha ejecutado ni un solo plan de restauración y descontaminación de suelos. Tampoco ha obligado a la empresa. Ha permitido que los residuos se mantengan sin sellar en las balsas mineras y vertederos, generando daños a ecosistemas, tierras de cultivo y población colindante. Su plan PRASAM (2018-2028) para la recuperación ambiental de suelos afectados por la minería no ha pasado de ser una mera declaración de intenciones. Un documento más al servicio de la propaganda gubernamental.

Nada ni nadie está a salvo

Al no sellarse los vertederos y depósitos de residuos tóxicos, los metales pesados entran en contacto con los agentes atmosféricos generándose eflorescencias salinas que son dispersadas por el viento y arrastradas por las lluvias y escorrentías, llegando a la población. Los metales pesados se cuelan en las viviendas impregnándolo todo, envenenándolo todo. Las casas, la escuela infantil del Estrecho, el colegio del Llano del Beal, el instituto Sierra Minera. Nada ni nadie está a salvo.

Manuel y toda su familia han vivido y viven rodeados de residuos tóxicos muy peligrosos debido, fundamentalmente, a la dejación de funciones del Gobierno regional desde hace más de 25 años y a su incompetencia porque el solar de la Balsa Jenny, que albergaba los residuos tóxicos y peligrosos que fueron trasladados a la Corta de los Blancos, a solo 50 metros de la población del Llano del Beal, sigue contaminado. Quedaron residuos metaloides que han evolucionado generando eflorescencias salinas o ácido de mina.

Una situación ampliamente documentada por el Seprona de la Guardia Civil que en diciembre de 2022 remitió al juez un informe advirtiendo de que las obras acometidas por la CARM en la balsa Jenny multiplicaban la contaminación. Las obras que la CARM encargó a Ferrovial por importe de 815.000 euros no se correspondieron con lo ordenado por el juez. La Guardia Civil habló de riesgo inadmisible para la salud de la población y se refirió a la parcela de la balsa Jenny como «vertedero de residuos peligrosos».

La medidas adoptadas por el Ejecutivo murciano han sido tan ineficaces que el Juzgado de Instrucción 4 de Cartagena, ante las altas concentradas de metales pesados detectados, como cadmio, plomo, níquel y zinc y el evidente riesgo para la salud de las personas y los animales, se vio obligado a requerir a la Dirección General de Medio Ambiente de CARM para que de forma urgente adoptase las medidas cautelares necesarias para que las escorrentías no alcanzasen a la población y cultivos colindantes. Es más, el juez el Juez prohibió cultivar en parcelas cercanas debido a la presencia de metales pesados.

En cada familia de El Llano hay un enfermo de cáncer

En cada familia del Llano del Beal hay un enfermo de cáncer. El farmacéutico del pueblo y representante de la Asociación de Vecinos del Llano del Beal, Juan Ernesto Peña compareció el 24 de octubre de 2018 en la Asamblea Regional e informó a los diputados de que por su condición de farmacéutico había visto las analíticas que le habían llevado los vecinos «y los niveles de plomo que he visto son muy altos. Valores de 8 y 13 de plomo en sangre en niños de 3 años«.

Peña relató que «la investigación científica concluye que la exposición al plomo provoca una limitación acumulada en el desarrollo cognitivo, una perdida enorme e imposible de contrastar. Cómo medimos la pérdida en cada niño de tres o cuatro puntos de coeficiente intelectual».

Despacharon el asunto con un estudio científicamente cuestionable

Hace cinco años, la consejería de Salud despachó el asunto con un estudio epidemiológico denominado EMBLEMA que, según expertos consultados, no resistía una revisión científica. Para empezar, la población de control elegida debería haber estado lo más alejada posible de la zona y no fue así.

Aunque detectaron 17 casos con niveles de plomo en sangre por encima de los valores aceptables, siendo CERO la única cifra aceptable según la OMS, el entonces consejero Manuel Villegas llegó a decir que no había datos de alarma y que vivir en la zona de la Sierra Minera de Cartagena y La Unión «no conlleva un riesgo superior para la salud al de vivir en la zona no minera». Los expertos consultados por RRNews aseguran que «con que haya un solo caso de contaminación por plomo, ya tienes un problema grave e importante».

Solo analizaron sangre, no quisieron analizar pelo y uñas que son cruciales para un estudio de este tipo en otros países de Europa porque ofrecen datos fiables de exposición crónica a metales pesados. Tampoco quisieron incluir en el estudio a los niños menores de 6 años ni a los que presentaban necesidades educativas especiales que estaban más expuestos por sus hábitos conductuales de llevarse todo a la boca.

La únicas analíticas de pelo, orina y uñas que se han realizado las hizo el investigador José Matías Peñas en agosto de 2017. Descubrió que 92 niños presentaban unos niveles anómalos de metales pesados. Matías Peñas recuerda con tristeza el caso de un bebé de 9 meses con 30,58 microgramos de arsénico/litro cuando el máximo valor permitido de arsénico para un trabajador adulto expuesto es de 35.

Desde entonces, si un vecino de la zona quiere hacerse una analítica para saber si sus niveles de plomo son elevados, debe acudir a un laboratorio privado y pagarlo de su bolsillo. El centro de salud se lo niega. «Todo está bien. No hace falta» nos dicen.

Todo sigue igual

La diputación cartagenera de El Llano del Beal es un enclave históricamente ligado a la explotación minera que se desarrolló en la Sierra de Cartagena-La Unión entre 1840 y 1990 y cuyos habitantes ahora se dedican principalmente a la construcción como albañiles, a la agricultura y al sector servicios como camareros o empleadas del hogar limpiando en casas fuera del pueblo, la mayoría de ellas sin dar de alta. “En este pueblo no hay trabajo para nadie. Se ha convertido en un pueblo dormitorio” se lamentan los vecinos de esta pequeña y paupérrima población cartagenera que las autoridades políticas parecen haber abandonado a su suerte.

Una población zarandeada continuamente por los vientos de Levante y Lebeche, de casas bajas y calles polvorientas cuyos habitantes, unos 2.200 aproximadamente, viven rodeados de balsas mineras contaminadas. El paisaje rojizo de los mordiscos a la sierra, los charcos de aguas envenenadas con los que grita la tierra y las eflorescencias salinas que afloran por doquier dibujan el paisaje cotidiano de sus gentes.

El pueblo huele a azufre y sabe a hierro solo que los vecinos de El Beal, de tanto paladearlo, ya no notan el sabor metálico que se te mete en la boca. Nunca pensaron que el polvo ocre que sigue escupiendo la mina y se cuela por todas partes, estaría envenenándoles la vida. O que las eflorescencias salinas que pisan y tocan los niños por los caminos, las plazas y hasta dentro del propio colegio, eran tan peligrosas. Nadie les informó. Nadie les alertó. Nadie vela por ellos. Son los olvidados.

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